Sin un cambio de valores, la acción judicial o ‘cambios en las reglas del juego’ no necesariamente funcionarán, o funcionarán sólo temporalmente.
-Povilas Malakauskas, director del Servicio de Investigación Especial, encargado del combate a la corrupción en Lituania
En algún momento pensé que esta entrada pudiera titularse “No se olviden de la comisión nacional anticorrupción”. Sin embargo, después de sólo mencionar una vez la palabra corrupción en su segundo informe de gobierno, Peña Nieto decidió resucitar hace algunas semanas, al menos muy brevemente en el discurso, este gran pendiente de la agenda pública nacional que había sido prometido por él mismo, incluso antes de tomar posesión.
En concreto, Peña Nieto declaró que la corrupción es un asunto de orden cultural, y que por tanto para combatirla es necesario construir una nueva cultura ética en la sociedad mexicana. Las reacciones no se hicieron esperar, pues siempre ha habido un debate fuerte sobre si la corrupción es un problema de corte cultural o una falla de las instituciones.
Por un lado, Gil Zuarth declaró que la corrupción es un problema de diseño institucional y de incentivos. Juan Villoro también piensa que es un tema de reglas y sanciones. Juan Pardinas lo atribuye a un caso generalizado de impunidad. Edna Jaime habla sobre los límites al poder. Por su parte, Cecilia Soto acepta que es un tema cultural pero que puede solucionarse.
Para mí es un poco de los dos. Mi formación académica y profesional me dice que la cosa va por el lado de las instituciones formales y los incentivos correctos que pueden generar. Sin embargo, como he dicho antes, las mejores instituciones o reglas del juego pueden sucumbir a las costumbres, cultura o prácticas de una sociedad en la que hay ciudadanos que constantemente buscan darle la vuelta a la ley. En México, hay muchos que lo logran con éxito.
Sin embargo, ¿qué relación hay entre la prometida comisión nacional anticorrupción y el tema de la corrupción como un problema cultural que mencionó Peña Nieto? Aunque no hay una receta prefinida para diseñar institucionalmente una agencia nacional anticorrupción, uno de los modelos más exitosos en el mundo es el de Hong Kong.
La ICAC (o Independent Commission Against Corruption) de Hong Kong tiene tres áreas principales de acción: investigación, prevención y educación. Para cumplir con la primera función, la ICAC tiene un departamento de operaciones que se dedica a investigar casos de corrupción y aplicar castigo a los culpables. El departamento de prevención se dedica a examinar los sistemas y procedimientos del sector público para identificar oportunidades y hacer recomendaciones para solucionar las lagunas institucionales que facilitan la corrupción. Por último, el departamento de relaciones con la comunidad se dedica a educar al público contra la corrupción y buscar apoyo y alianzas con la ciudadanía para combatir este mal.
Para Bertrand de Speville, ex-jefe de la ICAC, cada una de las tres funciones es necesaria e indispensable:
Si realizas investigación sin las otras dos, toda la experiencia, básicamente toda la primera parte del siglo XX fue que mientras la corrupción crecía, creabamos penalidades más severas, encerrábamos a la gente por más tiempo, y el problema continuaba creciendo. Entonces, la represión por sí sola es insuficiente. De esto nos dimos cuenta en Hong Kong. Necesitas hacer las otras dos cosas, prevención y educación.
Ahora seamos realistas. Si sólo haces prevención e ignoras las otras dos, no pienso que llegarás a ningún lado, estoy seguro que no llegarás a ningún lado. Los villanos son villanos. Hay algunos verdaderos villanos que no van a cambiar porque hayas hecho cambios en los procedimientos. Encontrarán como darle la vuelta. Los mismo pasa con la educación -no puedes solamente pregonar el buen mensaje. Hay muchos miembros de nuestra comunidad que desafortunadamente no aceptarán el mensaje a menos que venga acompañado de un gran castigo. Por ello es que necesitas la investigación.
Regresando al caso de la prometida comisión nacional anticorrupción en México, me dí a la tarea de leer el dictamen que aprobó el Senado en diciembre para conocer cuál es el mandato y las funciones que los legisladores piensan darle a la agencia anticorrupción. Para mi gran sorpresa, la propuesta de reforma constitucional habla sobre las funciones punitivas y de prevención que la agencia tendrá, mas no hay planes para que tenga un rol educativo, como lo tienen otras agencias anticorrupción del mundo. Incluso si se busca la palabra “educación” en el documento, sólo se encuentran 3 resultados que no tienen nada que ver con atribuciones o funciones que se piensa darle a la comisión.
Si se busca la palabra “cultura” en el documento, sólo se encuentra que una de las iniciativas presentadas por el PAN proponía que la comisión anticorrupción debiera fomentar en la sociedad valores culturales y cívicos que induzcan el respeto a la legalidad. Sin embargo el dictamen aprobado sólo propone dar atribuciones a la comisión para difundir y promover la ética y honestidad, así como una cultura de legalidad, sólo es en el servicio público y no en la sociedad en general.
Además de la prevención y el castigo, la comisión nacional anticorrupción debiera tener también un rol educativo hacia la ciudadanía. Siendo ambiciosos, parte de su misión, si es que algún día la aprueba el Congreso, debería ser erradicar la cultura de la corrupción en México. No sólo en el servicio público, sino en todo ámbito de la vida nacional. De esta manera se tendrán mayores probabilidades de erradicar el cáncer de la corrupción a largo plazo. De lo contrario, cualquier esfuerzo no funcionará o funcionará temporalmente, como dice Povilas Malakauskas de la agencia anticorrupción de Lituania.