En días recientes mi trabajo me llevó a reflexionar nuevamente sobre el tema de la corrupción, del cual ya he hablado en ocasiones anteriores. En concreto, el argumento planteado giraba en torno a la idea de que la corrupción se puede combatir mediante la educación. Siendo más concretos, la afirmación es que si a los futuros ciudadanos se les inculca desde niños una educación en valores anti-corrupción como la honestidad, transparencia, civismo y respeto a la ley, es probable que de adultos tengan una menor tendencia a involucrarse en actos de corrupción.
El tema me pareció bastante interesante, pues en muchas ocasiones se menciona que la corrupción más que un problema institucional es un problema cultural, que está insertado en los genes históricos de la sociedad. Y que mejor manera de cambiar la cultura de un pueblo que a través de la educación.