Las campañas presidenciales arrancaron oficialmente. Las distintas fotografías de los últimos meses muestran a un candidato puntero con bastante ventaja -para algunos irreducible y para otros no necesariamente determinante- sobre los siguientes dos. Lo cierto es que todo puede pasar, pues muchos ciudadanos aún no deciden si votarán y por quién lo harán. Para algunas personas -me incluyo parcialmente en este grupo- el voto debe ser informado. Es decir, en un mundo y democracia ideal, los votantes deben analizar las propuestas de los distintos candidatos para compararlas y tomar una decisión informada al momento de cruzar la boleta. Por más que a algunos nos encante esta idea, la pregunta realista que me hice recientemente es sobre qué tanto influyen o importan las propuestas de los distintos candidatos en la decisión que los mexicanos tomaremos el próximo 1 de julio. Aquí unas cuantas ideas para conversar y discutir.
Para empezar, consideremos el voto duro. Este tipo de electores votan consistentemente por el mismo partido en todas las elecciones. Para estos seguidores de hueso colorado no importa el candidato ni las propuestas. Ellos de antemano saben que votarán por el partido con el que siempre se han identificado.
Por otro lado están los anti. A ellos, más que las propuestas, lo que les importa principalmente es no votar por un candidato o partido. En esta elección, los principales anti son los anti-López, los anti-PRI o los anti-López-anti-PRI. En el grupo de los anti, algunos votaron por cualquier otro candidato o partido, mientras otros votaron específicamente por quien pueda vencer a su anti, si es que el anti está en la pelea.
Precisamente este último grupo es de aquellos que emiten voto útil. Las propuestas no interesan necesariamente, sino evitar que el puntero que no es de su agrado gane. Cualquier otro tipo de voto lo consideran un desperdicio, aun cuando se identifiquen con las propuestas y perfil de otro candidato y partido con menores oportunidades de ganar.
También están aquellos que les gusta e interesa votar por el ganador, probablemente para presumir el lunes que ellos están con el vencedor de la contienda. inverosímil, pero cierto.
Sin embargo, imaginemos a un elector que no pertenece a ninguno de estos grupos y que probablemente quiere analizar las propuestas de los contendientes para decidir a quién cruzar en la boleta. El problema que pudiera ver en ésto, es la credibilidad. Muchas promesas de campaña que parecen atractivas para algunos ciudadanos terminan siendo pura pantalla y quedan en el olvido del triunfador. Ahí está el “cambio” que prometió Fox, el presidente del empleo que iba a ser Calderón o la Comisión Nacional Anticorrupción que fue uno de los primeros compromisos de campaña de Peña, con todo y la mamada que hacía de firmarlos ante notario.
Ante todo esto, ¿realmente importan las propuestas? Macario Schettino recientemente dijo que las campañas no se ganan con excelentes propuestas o programas de gobierno, sino con ideas que conecten con y muevan las emociones de los votantes.
Probablemente Schettino tenga razón. Sin embargo, yo pienso que no es un ejercicio inútil mirar a la letra fina más allá del discurso y millones de spots con los que seremos bombardeados. Según me dé la vida en las próximas semanas y meses, intentaré postear sobre algunas de las propuestas de los distintos candidatos, al menos en los temas que me interesan. Los invito a hacer lo mismo y compartir su visión más allá de las emociones o preferencias que probablemente ya tengan.